sábado, 4 de junio de 2016

Creí que sería un fin de semana perdido...

Al llegar a Jiutepec me di cuenta que el teclado no tenía pila y no traía el cargador, Lana no viajaría este fin, no podría escribir nada nuevo...

Sin embargo lo primero que hice fue constatar que mi arroz es excelente...    Además, tenía libros pendientes de leer así que me senté con Herman Hess y un título que nunca me animé a leer hasta hoy...    En los años 70's vi una película de "miedo", que no me gustó nada...   El actor era Gregory Peck...   Asociar esa película a este delicioso libro fue un gran error que ya empecé a enmendar.

Por la tarde, en compañía de una motivante copa de vino, mi ángel de la guarda me recordó un suceso de la mañana:

Ayer viernes trabajé hasta tarde y falté a la reunión (bodasheda), con unos excelentes amigos de antaño.   Así que de entrada traía remordimiento y un poco de mal humor.

Salí a las 7 am con dirección a la central camionera para venir a este paraíso llamado Jiutepec...   Es como mi escondite secreto para escribir...   Tome el metrobus con dirección "Tepalcates", pensando llegar a Tlalpan y tomar el metro hacia Taxqueña, pero al llegar al eje central, recordé que por ahí pasaba un trolebus y podría ahorrarme unos pesos.   Baje y el remordimiento fue mayor ya que estaba a unas cuadras de donde mis amigos se reunieron la noche anterior.

Al abordar el trolebus, casi vacío, note a una señora de avanzada edad con unos 10 o mas bultos cerca de la puerts de bajada.  Supuse inmediatamente que mi ángel de la guarda me estaba diciendo que me quitaría el mal humor y que había sido elegido para ayudar a esta señora, que según su ropa, era de origen indígena y parecía que viajaba sola.  Mi ego se infló ante tal suposición y agradecí ser elegido para tan noble tarea...

Cuando el trolebus se detuvo en la calle de Hidalgo, cerca del centro de Coyoacán. La santa señora inició el penoso descenso de todo su equipaje. Aún en mi nube me levante de mi asiento, pero dos jóvenes, grandulones mal vestidos y con pinta de vándalos, me impidieron ayudar a la señora en cuestión...
Este par de pillos tomaron todo el equipaje de la señora y la ayudaron.
Dejándome con las ganas de alimentar mi ego.
Regresé a mi asiento molesto con mi ángel de la guarda, pensando que me había engañado...

Por la tarde, reflexionando con el tema, mi ángel fue muy claro diciéndome: "no te pedí que ayudaras a la señora, solo quería enseñarte que no debes prejuzgar a los jóvenes por como se visten o simplemente por que no te guste su semblante"

Espero haber aprendido la lección...